El sentimiento de rechazo, es uno de los que más hace sufrir a muchas
personas.
Quienes se sienten rechazados, no se sienten aceptados en su medio
social, sino resistidos, y por ende, se sienten tremendamente solitarios, y
tienen dificultad de hacer relaciones profundas. Estas personas, sienten que no
pertenecen a algún espacio o comunidad
natural, generalmente declaran ser incomprendidos, no escuchados por sus
familiares cercanos, menospreciados, abandonados, marginados. La persona que
sufre sentimientos de rechazo, generalmente enfrenta también serios problemas
familiares y/o sociales.
Muchas de estas personas, al sentirse rechazadas, buscan un escape en
el consumo desmedido de alcohol, en las drogas, u otros vicios, y responden al
supuesto rechazo por medio del aislamiento, y en casos extremos, por la
violencia.
Lo extraño en todo esto, es que en la mayoría de los casos, en
principio, no existe un rechazo objetivo hacia la persona, sino actitudes o
palabras inadecuadas que, afectando a un carácter hipersensible, produce estos
sentimientos de rechazo.
Jóvenes que por una u otra razón se sienten rechazados por sus
familiares, profesores, o compañeros de estudios, tienen la tendencia a
asociarse en grupos cerrados, o pandillas; estas asociaciones, les hacen ser
realmente rechazados, creándose un círculo vicioso.
Los sentimientos son
problemáticos, y casi siempre, sumamente engañosos.
El ser humano, fue creado por Dios para vivir en comunidad; es
necesario el amor, el compañerismo para poder vivir y desarrollarnos bien; la
interacción ayuda al crecimiento interior de toda persona. No es la voluntad de Dios, que una persona
sea rechazada por los demás. Dios mismo,
nunca nos rechaza y a pesar de ser como somos, Dios siempre busca al necesitado.
David, en uno de sus salmos expresa: “10 Aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo, Jehová me recogerá (Salmo 27: 10)”.
Dios quiere rescatarnos de todo mal.
Esta confianza de
David, puede también ser la nuestra, en nuestra soledad, porque Jesús dijo a sus discípulos: “37Todo
lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al
que a mí viene, no le echo fuera (Jn. 6: 37)”.
En la parábola del hijo pródigo, relatada por Jesús, el padre esperó el
regreso de su hijo perdido por mucho tiempo; el hijo había tocado fondo en una
vida disipada, lejos de su hogar, solo y abandonado en su desgracia; entonces
resuelve regresar donde su padre: “20Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre,
y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó (Lc. 15: 20)”.
Del mismo modo, Dios quiere poner
término a tus sentimientos de rechazo y soledad.
Sea cual sea tu situación, no te
desanimes, porque hay una solución para cada conflicto de la persona humana:
Tenemos una muy buena noticia para
compartir contigo, que puede cambiar radicalmente lo que piensas, lo que
sientes y lo que haces.
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